jueves, 4 de agosto de 2011

UN POCO DE HISTORIA

Hacer referencia a nuestros antepasados y su cultura es, sin duda, encontrar las propias raices de nuestra sociedad, hallar explicación a lo que somos, a como somos y hacia donde caminamos.

Para algunos, enfrentarse a la diversidad sexual que hoy es tan evidente en nuestra sociedad, es un trauma, la califican de enfermedad o de vicio y a los que somos homosexuales nos discriminan como a gente sucia y viciosa, casi como criminales.

Hoy con estas imágenes, quiero acercarme al mundo de las relaciones personales en la antigua Grecia, cuna de nuestra cultura para entender como se vivía la afectividad entre hombres, que visión tenían los griegos de esta forma de ser en medio del mundo.

En primer lugar hay que decir que estas relaciones se producían entre dos hombres de desigual edad uno el "eromenós" (amado) un hombre joven adolescente y el "erastés" (amante) un hombre maduro no perteneciente a su familia próxima.

Surge como un elemento educativo y de formación moral, considerándose un elemento esencial de la cultura griega desde tiempos de Homero. Los griegos consideraban normal que un hombre se sintiese atraído por la belleza de un joven, aún más que por la belleza femenina. Esta forma de amar, estaba muy relacionada con la tradición atlética y artística de la desnudez en la gimnasia, fundamental en el entrenamiento militar y un factor importante en la formación de las tropas. Al mismo tiempo tiene relación con la tradición de los matrimonios tardíos en los varones, con los banquetes y con el hecho de que las mujeres estaban recluidas en sus hogares, de tal manera que todo el mundo afectivo masculino, solo encontraba como vía de expresión el ambiente masculino, ya sea en el gimnasio en el ejercito...

El hombre maduro y experto acoge como pupilo a un joven adolescente, al forma y enseña, no sólo el arte de la guerra, las relaciones comerciales, el mundo social... sino que también le forma en las artes amatorias, a disfrutar con la piel de otro hombre, a disfrutar y anhelar la presencia de otro hombre en su interior, a entregarse hasta el punto de gozar al sentir el cálido néctar de la vida derramándose en su interior...

Una sociedad que vive la afectividad con total naturalidad, sin condenas, sin tapujos... Esperemos que nosotros seamos capaces de vivir la afectividad de los demás sin problemas, sin condenas, sin anatematizar a los demás, generándoles complejos de culpa innecesarios e indebidos.


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